jueves, 28 de junio de 2007

Mi maleta en Baires

Volverán las horas de espera en el cielo compartiendo con desconocidos el ansia por llegar, los anhelos del ayer y las esperanzas de los días regalados en una ciudad querida, una patria, un lugar que se aferró al alma y ya no se fue más. En mi caso, patria no es, destino turístico tampoco, menos aún paraíso idílico... que sé yo. Si tuviese que definirlo de alguna manera, Buenos Aires para mí es el refugio al que siempre quiero regresar sintiendo a la vez que no es mi lugar...paradojas de la vida. Mi lugar aún no lo encontré, quizá no lo haga nunca, me siento nómada y anómala, de paso en todas partes, con mi maleta plagada de soledad, esa es mi compañera de viaje, la que siempre viene, la que me acompaña en los amargos despegues. Pero también es la fiel centinela de memorias almacenadas durante las experiencias que compartimos. La que guarda tantos recuerdos, tantas vidas... como me dijo alguien no hace mucho: "Hay tantas vidas dentro de una vida...". Mi maleta vela por mis vidas, las pasadas, las presentes y las que están por llegar.
En los aeropuertos se empeñan en destruirla, en aniquilarla, sin embargo, ella resiste estoicamente los maltratos como amiga ajada pero leal. Siempre fue sensible, delicada y, al mismo tiempo, dura como el diamante. Yo necesitaba a alguien así, quizá por eso nos llevamos tan bien, nos asemejamos en forma y estilo.
Buenos Aires, no eres tú, eres como las demás urbes saturadas que me rodean, es la memoria que te busca quizá con la esperanza de una reencarnación, de un "volver" como dice el tango; de desempolvar los recuerdos, de vivir de vuelta, no igual, quizá mejor.
Lo bueno de las historias es que nunca se repiten. Lo malo de Buenos Aires es que siempre me espera.

3 comentarios:

Sergio Lecuona Granada dijo...

Lo mejor de las maletas es, sin duda, la posibilidad que nos dan de llenarlas siempre con algo más: por llenas que estén podemos abrirlas, meter lo que queramos y sentarnos encima para, a base de esfuerzo, conseguir que se vuelvan a cerrar y que ese último olvido nos acompañe allí donde vayamos; pueden ser recuerdos, detalles, ropa, o simplemente la excusa que necesitábamos para cerrar la maleta y sentir que no dejamos un lugar sino que vamos a otro.

Anónimo dijo...

Te envidio porque viajas, porque tienes maletas y porque te vas para volver. Una maleta me contó una vez que hay quien da la vuelta al mundo y lo cuenta como si hubiera estado en el bar de la esquina y que también hay quien va al bar de la esquina y lo cuenta como si hubiera dado la vuelta al mundo.
Tu te vas a Baires (excelente contracción) y lo contarás en tu blog, será "Gilda en Baires" un buen título para algo, quizás una novela, quizás un pedazo de blog...
Argentina siempre evoca algo que se nos escapa entre los dedos: un amor, una canción,una lectura, un partido de fútbol, un acento atractivo...Ahora evocará algo más sólido,una maleta que va y viene, cargada, pero ligera; usada, pero renovada.
Y otra maleta me dijo un día...

Gilda dijo...

Leku, me encantó eso de que no dejamos un lugar, sino que nos dirigimos a otro...seguimos el camino.
Edu,sí, Argentina siempre nos evocará pérdidas pero también hallazgos que nos hicieron felices.
Gilda en Baires,de vuelta, no dudes que dará pie a nuevas historias que enriquecerán el canasto.