viernes, 29 de febrero de 2008

Peperos Escozios

Siento ser un poco soez, no me gusta nada el grupo ni el partido político al que alude la fotografía. Espero no hacerles publicidad encima... Pero no puedo resistirme a a la tentación de provocar vuestra risa, carcajada o mueca.

miércoles, 27 de febrero de 2008

Una Mágica Sinfonía de los Sentidos

Siddharth Dhavant Shanghvi es un joven autor indio ante el que han sucumbido los criticos y lectores de medio mundo. Desde que emergió en la escena literaria no ha cesado de recibir premios y reconocimentos. El Sunday Times Magazine lo describe como "lo mejor que le ha sucedido a la literatura india en inglés desde Arundhati Roy".
Siddharth, necido en 1977, se crió en una casa de té de la India, donde aprovechaba todos los ratos libre para leer. Antes dedicarse a escribir, desempeñó los trabajos más variopintos, desde chef de cocina hasta empelado en una perrera y cuentacuentos.
Su primera novela, "La Canción del Atardecer", es una auténtica delicia para los sentidos, que te atrapa, desde la primera página, viajando a un país lleno de magia, misterio y leyendas asombrosas.
Si ese país fuese Colombia me atrevería a asegurar que este libro es de Márquez y lo enmarcaría dentro del "realismo mágico" que el Gabo hizo nacer. Pero no, la historia transcurre en la India colonial y las cotidianidades mágicas que acontecen se mezclan con genjibre, sedas multicolor, saris y flores de frangipani. Supongo que tiene influencias claras de este movimiento latinoamericano, pero milagrosamente lo enriquece y adopta con una elegancia digna de los grandes.
La fuerza del lenguaje, su cuidada adjetivación, el sentido del humor, la belleza de las descripciones consiguen sumergirte en el mundo en el cual todos queremos descansar: el de un buen libro, una buena película o una buena canción.

"Aquí la luna tiene, como tan acertadamente señalara Yeats, "oscuros leopardos" que nadie puede alcanzar. Lejanos y temibles, su belleza es mayor cuanto más te acercas, pero si te acercas demasiado te cegarán. Bajo esa pizca de pesar, culpa y dolor hay un claro que conozco para tí. Un lugar al que acudir al final, cuando no necesites nada en absoluto y lo necesites todo. Ahora te dejo, con la esperanza de que halles fe por la mañana y compasión al anochecer"

miércoles, 13 de febrero de 2008

Aliento de mi vecino

En estos tiempos preelectorales me surgen dudas y contradicciones que alteran mi "carma", me siento preocupada y obsesionada por hacer lo que debo según mis principios y valores. Parece sencillo, pero el ser humano alienado por las mentiras que nos rodean es débil y, a veces, hasta racional... y cuestiona. Bueno, como ya he dicho en varias ocasiones es un deber hacerse preguntas. De algunas encontramos la respuesta y nos alivia, de otras, las más importantes quizá, sea más difícil, pero no importa, mañana podemos seguir meditanto sobre ellas.

Mi reflexión se centra en la dicotomía de votar en quien siempre confié (dentro de la relativa desconfianza a todo lo que huele a palabras vacías y mentiras) o lanzarme a la revolución del "Ensayo sobre la Lucidez" y no votar, qué carajo, a ver si todos hacen lo mismo que yo y creamos un país de anarquismo filantrópico y hermandado.
Incluso incluiría una tercera opción que reconozco siempre rechacé, pero que esta vez llegué a plantearme por puro pánico que me entraba al pensar que el otro "zezeante", Rajoy, llegase a gobernarnos y representarnos. Sí, llegué plantearme hacer uso de la mentira del voto últil. Pero muy superficialmente, porque me imaginaba cogiendo la "papeleta trampa", depositándola en la urna y me invadía una sensación de abatimiento y derrota personal que me convencía de que no, que no podía hacerlo.
He de agradecer, entre otros, a Alberto San Juan, que me dió, sin saberlo él, claro está, el aliento ajeno que, a veces, necesitamos para seguir confiando en que no estamos solos en medio de un montón de gente.

Quiero transcribir una parte de la entrevista que he leído de él por si le abriga a alguien como ha hecho conmigo:

P. Dicen que las ideologías han muerto, ¿qué significa ser hoy una persona de izquierdas?

R. Para mí, ser de izquierdas es creer en la posibilidad de alcanzar la fraternidad universal sin necesidad de ninguna forma de control, imposición o represión estructural. Sólo creo en dichas actitudes cuando son tomadas libre y conscientemente por un individuo para aplicárselas él mismo. Es creer que no hay seres malos y seres buenos, sino situaciones malas y situaciones buenas. La desigualdad social, un mundo dividido en ricos y pobres, es una situación mala que, inevitablemente, genera malos comportamientos. Es creer en una sociedad donde lo humano sea prioritario y, por tanto, no existan clases sociales ni bandos enfrentados. Es creer en una sola humanidad de mil colores, en la vida como una celebración, con sus pérdidas y dolores.

P. Del Gobierno de Aznar dijiste: «Parece que sólo trabaja por la infelicidad de sus ciudadanos, toda su política se basa en la violencia: inmigración, guerra de Irak...». Finaliza ahora otra legislatura. ¿Para quién ha trabajado el Gobierno socialista?

R. El PSOE gobierna una sociedad construida sobre principios capitalistas, donde lo humano está sometido a la productividad y donde los beneficios no se reparten de una forma equitativa. El actual gobierno no es revolucionario, evidentemente, no pretende cambiar las bases de las actuales relaciones entre los hombres, pero tiene una sensibilidad social infinitamente mayor que el PP y, de alguna manera, probablemente participa de la utopía del humanismo. En cualquier caso, siempre he votado y seguiré votando a Izquierda Unida.

viernes, 1 de febrero de 2008

Contra los éxodos existenciales

Vengo observando un denominador común en todo cuanto me rodea desde hace algún tiempo, nunca mejor dicho. La lucha contra el tiempo.
El coche de la mayoría corre más que el mío, internet navega fugaz con el adsl, el metro vuela en la capital, los velocistas siguen batiendo records, la productividad china sigue creciendo, la capa de ozono no y mis ahorros tampoco... pero son la excepción de toda regla.
La vertiginosa aceleración presente es fruto de la lucha constante del hombre contra el tiempo. Ya muchos controlan el espacio, exterior e interior, otros claro, son despojados de él. Pero, ¿qué pasa con el tiempo?, ¿conseguiremos controlarlo también?.
Una reflexión del maestro zen Chuang-Tzu, de hace 2.500 años, parece muy inspiradora. Cuenta que había una persona que quedaba tan perturbada al contemplar su sombra y tan malhumorada con sus propias huellas, que pensó que era mejor librarse de ambas cosas. Utilizó el método de la fuga, tanto de una como de las otras. Se levantó y se puso a correr, pero siempre que ponía su pie en la tierra aparecía la huella, y la sombra lo seguía sin la menor dificultad. Atribuyó su error a que no estaba corriendo como debía. Entonces se puso a correr más velozmente, y sin parar... hasta que cayó muerto. Su error, comenta el Maestro, fue no haberse dado cuenta de que sólo con pisar en un lugar sombrío, su sombra hubiera desaparecido, y que si se hubiera quedado quieto, ya no habría habido más huellas que le siguieran...


¿No es eso lo que se impone hacer hoy? ¿Hacer una parada? Ahí está el secreto de la felicidad y de la ansiada paz interior.