jueves, 27 de septiembre de 2007

Misión Perdida




Para quien se sienta un poco fuera de lugar, lejos de su paisaje instintivamente natural, para quien dude de su genética humana y se piense un poco árbol, duende, pájaro, hada, hoja o agua…para los buscadores de paraísos perdidos va este regalo.
La provincia de Misiones, al norte de Argentina, impresiona por su exuberante vegetación, por su tierra roja, por la eterna y dulce compañía del río Uruguay y la inesperada visión de niños que vuelven del colegio a sus casas caminando por el arcén de la ruta. Qué poquito hace falta para ser feliz.
La necesidad de mate a cualquier hora obligaba a realizar paradas que contenían grandes y recónditas sorpresas, lo mejor de cualquier viaje. Todo lo inesperadamente ocurrido, antes o después de llegar a nuestro destino deseado es, al final, el tesoro que sin saberlo andábamos buscando.
El coimeo, las esponjas vegetales, las deforestaciones, Las Marías, los carpinchos, las costaneras ecológicas, los calefones eléctricos, las emisoras brasileras, los bizcochos agridulces, las ruinas jesuíticas, el chamamé, los chipás, la casa del Che hasta los cuatro años, los silencios agradecidos, el dolor de espalda…todo vino por añadidura y ahora ya quedó tan cuidadosamente almacenado en mi memoria como el destino final: las cataratas de Iguazú.
Llegamos al atardecer y nos sorprendió la visión de la Triple Frontera. Pisando suelo argentino, frente a nosotros se divisa: a la izquierda Paraguay, a la derecha Brasil y entre ellos, el gran río. Me viene la melodía del transoceánico Drexler, compañero en este viaje y en otros, “Al otro lado del río”…El no entiende de fronteras, sus dos orillas son parte de su grandeza, no margina a ninguna, no pretendió nunca ser divisorio de nada, ni cortador de alas. Prefiere el frente a los costados. Río abajo.


Con esa sensación de libertad, de no pertenencia a ningún país, sólo a la vida que nos arrastra, ocurrió el milagro, tras un meandro, de repente, como los grandes regalos, subida en una lancha y un poco aturdida por la estruendosa caída del agua, de ver la Garganta del Diablo, la catarata más espectacular. Un paraíso perdido.