Hoy leí en algún lugar que alquien se autocalificaba, entre líneas, (la pedantería del necio es así, pedantemente sutil), de "buena persona", por supuesto con modestia y poniendo el calificativo en boca de la tercera persona del plural: ellos, los demás, el resto, todos... Ellos lo dicen, yo lo comparto y lo repito porque es verdad, soy buena persona. Alguien tendría que preguntarle ¿quién lo dijo exactamente?, ¿no serás tú mismo?
A raíz de tan osada autocalificación de uno mismo estuve pensando acerca de las buenas personas. En primer lugar, afirmo rotundamente que existen, claro. Y, sobre todo, las distinguimos a través de la comparación con las "malas personas", que también existen. En algún caso, las considero individuos independientes y diferenciados . Por ejemplo, indudablemente Jorge Bush es una mala persona, con seguridad, y la Madre Teresa de Calcuta era todo lo contrario. Pero no siempre está tan claro el asunto...
Quizá la mayoría de los mortales nos encontremos en la peligrosa cuerda floja, intentando mantener un equilibrio moral y justo que continuas situaciones pretender arrojar al vacío. Quizá no siempre se pueda uno deslizar por el finísimo camino todo lo etéreo y fluído que le gustaría. Quizá es inevitable caer a la red, afortunamente, la hay. Forma parte del aprendizaje hacia el conocimiento, el bien y el mal se distingue durante el espectáculo, nadie nace siento trapecista del Circo del Sol.
Gioconda Belli en su último libro " El Infinito en la Palma de la Mano", invita a la reflexión sobre el conocimento del bien y del mal, la responsabilidad sobre las propias decisiones y la valentía frente a los retos del destino, la incertidumbre frente a lo desconocido y ante los recovecos de lo semiconocido. Muy recomendable si quereis tener una visión diferente de la historia de Adán de Eva en el comienzo de los tiempos.
Así que volviendo al principio, prefiero que las buenas o malas personas sean reconocidas por los demás, no por uno mismo. Demasiado presuntuoso autocalificarse y más, sin haber cumplido los treinta. Puede que las buenas acciones de las que nos sentimos tan orgullosos no sean más que la compensación por los malas del pasado y por las que están por llegar.
Os animo a probar el más difícil todavía...
Por cierto, se acabó la prolongada ausencia.