"¿Cuántas cosas hacemos por nosotros y cuántas por los demás? ¿Cuántos pesares lloramos por lástima a nosotros mismos, más que por verdadero dolor al hecho en sí? ¿Por qué nunca nos prepararon para asumir la muerte, cuando es tan natural como la vida? ¿Por qué nos aferramos tanto a la vida si no nos pertenece? ¿Por qué en lugar de disfrutarla y exprimirla hasta la última gota, nos quedamos contemplándola de lejos sin participar en ella? ¿Por qué estamos esperando el día menos pensado para vivir en plenitud? ¿Por qué somos tan inconscientes de la vida mientras se nos escapa entre los días? ¿Viviríamos más intensamente un día si supiéramos que es el único que nos queda? ¿Por qué nos cuesta aceptar que la confirmación de haber muerto pasa por haber vivido? ¿Por qué hay gente que muere sin haber vivido? ¿Por qué hay gente que vive sólo esperando la muerte?..."
Angela Becerra. "De los Amores Negados".
1 comentario:
Dos hombres gravemente enfermos, ocupaban la misma habitación de un hospital.
Uno podía sentarse un rato por la mañana a fin de eliminar los fluidos de sus pulmones. Su cama estaba colocada al lado de la ventana.
El otro pasaba los días acostado, boca abajo.
Hablaban durante horas, de sus esposas, familias, casa, empleos, aventuras en el servicio militar y lugares de vacaciones.
Y cuando el hombre cercano a la ventana podía sentarse, describía a su compañero todo lo que ocurría afuera.
El paciente inmóvil podía así vivir momentos atractivos de un mundo ampliado perceptivamente.
Desde la habitación, la vista daba a un parque con un hermoso lago. Los patos y los cisnes jugaban en el agua, mientras que los niños hacían navegar sus barcos de miniatura.
Jóvenes enamorados paseaban enlazados entre las flores de todos los colores del arco iris.
Grandes árboles decoraban el paisaje y una magnífica vista de la ciudad se percibía en el horizonte.
Mientras que el narrador, cerca de la ventana, describía todo con detalle, el oyente cerraba los ojos e imaginaba la escena.
Una mañana el hombre de la ventana describió un desfile que pasaba por delante. El hombre tumbado no alcanzaba a oír a la banda, podía sin embargo verela con el ojo de su imaginación, por la descrición poética y precisa que le regalaba su amigo.
Por la tarde, la enfermerallegó para traer el agua y descubrió el cuerpo sin vida del paciente locuaz instalado cerca de la ventana. Sus historias se habían apagado de menera apacible. Entristecida, pidió ayuda para retirar el cuerpo difunto.
Fue entonces cuando el otro enfermo sintió que era el momento porpicio para pedir que lo colocaran al lado de la ventana.
La enfermera se alegró de poder complacerle y, después de asegurarse de que estaba confortablemente instalado, lo dejó solo.
Lentamente, y con tristeza por la pérdida del compañero, se alzó con esfuerzo para poder ver con sus propios ojos y tener la alegría de mirar por sí mismo lo que su amigo ausente sabía describirle generosamente.
¡sólo había una pared húmeda!
-¿por qué me ha contado tantas maravillas si no hay nada?- preguntó a la enfermera.
-Puede ser que haya querido darle ánimos. Él era ciego.
La pena comentada es la mitad del dolor. La alegría compartida, es doble.
El hoy es un regalo, se llama presente.
La sensibilidad ayuda a ver incluso a través de los muros.
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