

Para quien se sienta un poco fuera de lugar, lejos de su paisaje instintivamente natural, para quien dude de su genética humana y se piense un poco árbol, duende, pájaro, hada, hoja o agua…para los buscadores de paraísos perdidos va este regalo.
La provincia de Misiones, al norte de Argentina, impresiona por su exuberante vegetación, por su tierra roja, por la eterna y dulce compañía del río Uruguay y la inesperada visión de niños que vuelven del colegio a sus casas caminando por el arcén de la ruta. Qué poquito hace falta para ser feliz.
La necesidad de mate a cualquier hora obligaba a realizar paradas que contenían grandes y recónditas sorpresas, lo mejor de cualquier viaje. Todo lo inesperadamente ocurrido, antes o después de llegar a nuestro destino deseado es, al final, el tesoro que sin saberlo andábamos buscando.
El coimeo, las esponjas vegetales, las deforestaciones, Las Marías, los carpinchos, las costaneras ecológicas, los calefones eléctricos, las emisoras brasileras, los bizcochos agridulces, las ruinas jesuíticas, el chamamé, los chipás, la casa del Che hasta los cuatro años, los silencios agradecidos, el dolor de espalda…todo vino por añadidura y ahora ya quedó tan cuidadosamente almacenado en mi memoria como el destino final: las cataratas de Iguazú.
Llegamos al atardecer y nos sorprendió la visión de la Triple Frontera. Pisando suelo argentino, frente a nosotros se divisa: a la izquierda Paraguay, a la derecha Brasil y entre ellos, el gran río. Me viene la melodía del transoceánico Drexler, compañero en este viaje y en otros, “Al otro lado del río”…El no entiende de fronteras, sus dos orillas son parte de su grandeza, no margina a ninguna, no pretendió nunca ser divisorio de nada, ni cortador de alas. Prefiere el frente a los costados. Río abajo.
La provincia de Misiones, al norte de Argentina, impresiona por su exuberante vegetación, por su tierra roja, por la eterna y dulce compañía del río Uruguay y la inesperada visión de niños que vuelven del colegio a sus casas caminando por el arcén de la ruta. Qué poquito hace falta para ser feliz.
La necesidad de mate a cualquier hora obligaba a realizar paradas que contenían grandes y recónditas sorpresas, lo mejor de cualquier viaje. Todo lo inesperadamente ocurrido, antes o después de llegar a nuestro destino deseado es, al final, el tesoro que sin saberlo andábamos buscando.
El coimeo, las esponjas vegetales, las deforestaciones, Las Marías, los carpinchos, las costaneras ecológicas, los calefones eléctricos, las emisoras brasileras, los bizcochos agridulces, las ruinas jesuíticas, el chamamé, los chipás, la casa del Che hasta los cuatro años, los silencios agradecidos, el dolor de espalda…todo vino por añadidura y ahora ya quedó tan cuidadosamente almacenado en mi memoria como el destino final: las cataratas de Iguazú.
Llegamos al atardecer y nos sorprendió la visión de la Triple Frontera. Pisando suelo argentino, frente a nosotros se divisa: a la izquierda Paraguay, a la derecha Brasil y entre ellos, el gran río. Me viene la melodía del transoceánico Drexler, compañero en este viaje y en otros, “Al otro lado del río”…El no entiende de fronteras, sus dos orillas son parte de su grandeza, no margina a ninguna, no pretendió nunca ser divisorio de nada, ni cortador de alas. Prefiere el frente a los costados. Río abajo.
Con esa sensación de libertad, de no pertenencia a ningún país, sólo a la vida que nos arrastra, ocurrió el milagro, tras un meandro, de repente, como los grandes regalos, subida en una lancha y un poco aturdida por la estruendosa caída del agua, de ver la Garganta del Diablo, la catarata más espectacular. Un paraíso perdido.
7 comentarios:
por fin de vuelta a bicho canasto. Leer tu descripción resulta extraño, por un lado me encanta oir hablar de parajes como esos, y por otro siento una "sana" envidia por saber que no he estado y no saber si algún día estaré... Bienvenida otra vez.
Me uno al comentario de leku, envidia sana nos das...
Besos muchos
El agua impregna de libertad todo,como dice nuestra amiga canasto: elimina fronteras y quizás te haga sentir otro u otra. Desde la gran ciudad-urbe, oteamos con envidia por supuesto esas fotos y esas sensaciones vividas. Uno que está poco viajado, gracias a textos como estos y fotos como las del blog, siente trasladarse un poquito a esos parajes.
Miro por mi ventana y diviso asfalto, quizás un árbol, quizás una muchacha refugiándose de la lluvia...Miro al ordenador y me encuentro con las cataratas, con ese texto,con esa descripción...y con una fémina que nos da la espalda, encarándose con otro paisaje, siempre hacia delante. ¿Cómo será su mirada? Solo veo tenue su cabello y su espalda, pero pienso en sus ojos y que envidio ese paisaje por ser mirado así...porque nosotros no podremos ser un paisaje.
Leku, si de veras deseas hacerlo irás. Gracias por la calurosa bienvenida.
Janfri,es lo más parecido a la ruta Quetzal...jejeje.
Edu,tus palabras son más lindas que mi descripción de las cataratas. Tenés razón, no tengo esa mirada para las personas...
Gracias.
leerte me llena de recuerdos, embriaga una vez más de pasión mi alma... recuerdos de Chajarí y los dolores de espalda, de Apostoles y "mi abuela tuvo toda la vida una ducha electrica..." De la alegria de Amar, de la nostalgia de la distancia, de las aventuras por vivir...
Me encantó todo lo que escribiste, y comparto la suerte de conocer todo esos paisajes... En una semana tuviste la suerte de tener un amigo más. Mar del Plata te espera, te extrañamos en cada Recital...
El negro Pepe.
Mis toritos anónimos... cómo extraño esos mates en el depósito riéndonos de todo...
Ójala queden muchas aventuras, ya no espero ninguna así que cualquier detalle, aunque sea leer mi blog, me da vidita pal alma.
Pepe, gracias por tu amistad, sabes que es recíproca, como también sabés que tenés que venir a España a vernos...jejeje. Cuidádmelo, que no gruña demasiado.
Besitos gallegos.
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